La Divina Comedia

Tomó la cola hendida la figura

que perdía aquel otro, y su pellejo

se hacía blando y el de aquélla, duro.

Vi los brazos entrar por las axilas,

y los pies de la fiera, que eran cortos,

tanto alargar como acortarse aquéllos.

Luego los pies de atrás, torcidos juntos,

el miembro hicieron que se oculta el hombre,

y el misero del suyo hizo dos patas.

Mientras el humo al uno y otro empaña

de color nuevo, y pelo hace crecer

por una parte y por la otra depila,

cayó el uno y el otro levantóse,

sin desviarse la mirada impía,

bajo la cual cambiaban sus hocicos.

El que era en pie lo trajo hacia las sienes,

y de mucha materia que allí había,

salió la oreja del carrillo liso;

lo que no fue detrás y se retuvo

de aquel sobrante, a la nariz dio forma,

y engrosó los dos labios, cual conviene.

El que yacía, el morro adelantaba,

y escondió en la cabeza las orejas,

como del caracol hacen los cuernos.

Y la lengua, que estaba unida y presta

para hablar antes, se partió; y la otra

partida, se cerró; y cesó ya el humo.

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