La Divina Comedia

El alma que era en fiera convertida,

se echó a correr silbando por el valle,

y la otra, en pos de ella, hablando escupe.

Luego volvióle las espaldas nuevas,

y dijo al otro: «Quiero que ande Buso

como hice yo, reptando, su camino.»

Así yo vi la séptima zahúrda

mutar y trasmutar; y aquí me excuse

la novedad, si oscura fue la pluma.

Y sucedió que, aunque mi vista fuese

algo confusa, y encogido el ánimo,

no pudieron huir, tan a escondidas

que no les viese bien, Puccio Sciancato

—de los tres compañeros era el único

que no cambió de aquellos que vinieron—

era el otro a quien tú, Gaville, lloras,

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