La Divina Comedia

el mundo, oculto menos tiene el rostro,

cuando a las moscas siguen los mosquitos,

luciérnagas contempla allá en el valle,

en el lugar tal vez que ara y vendimia;

toda resplandecía en llamaradas

la bolsa octava, tal como advirtiera

desde el sitio en que el fondo se veía.

Y como aquel que se vengó con osos,

vio de Elías el carro al remontarse,

y erguidos los caballos a los cielos,

que con los ojos seguir no podia,

ni alguna cosa ver salvo la llama,

como una nubecilla que subiese;

tal se mueven aquéllas por la boca

del foso, mas ninguna enseña el hurto,

y encierra un pecador cada centella.

Yo estaba tan absorto sobre el puente,

que si una roca no hubiese agarrado,

sin empujarme hubiérame caído.

Y viéndome mi guía tan atento

dijo: « Dentro del fuego están las almas,

todas se ocultan en donde se queman.»

«Maestro —le repuse—, al escucharte

estoy más cierto, pero ya he notado

que así fuese, y decírtelo quería:

¿quién viene en aquel fuego dividido,

que parece surgido de la pira

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