Y con cariño cogióme la mano,
y dijo: «Antes que hayamos avanzado,
para que menos raro te parezca,
sabe que no son torres, mas gigantes,
y en el pozo al que cerca esta ribera
están metidos, del ombligo abajo.»
Como al irse la niebla disipando,
la vista reconoce poco a poco
lo que esconde el vapor que arrastra el aire,
así horadando el aura espesa y negra,
más y más acercándonos al borde,
se iba el error y el miedo me crecía;
pues como sobre la redonda cerca
Monterregión de torres se corona,
así aquel margen que el pozo circunda
con la mitad del cuerpo torreaban
los horribles gigantes, que amenaza
aún desde el cielo Júpiter tronando.
Y yo miraba ya de alguno el rostro,
la espalda, el pecho y gran parte del vientre,
y los brazos cayendo a los costados.
Cuando dejó de hacer Naturaleza
aquellos animales, muy bien hizo,
porque tales ayudas quitó a Marte;
Y si ella de elefantes y ballenas
no se arrepiente, quien atento mira,
más justa y más discreta ha de tenerla;