y dos de ellos, en forma de emisarios,
corrieron hacia mí y me preguntaron:
«Haznos saber de vuestra condición»
Y mi maestro: «Bien podéis marcharos
y a aquellos que os mandaron referirles
que el cuerpo de éste es carne verdadera.
Si al contemplar su sombra se pararon,
como yo creo, baste la respuesta:
hacedle honor, que acaso os aproveche.»
Tan rápidos vapores encendidos
no vi rasgar el cielo en plena noche,
ni las nubes de agosto en el ocaso,
como aquellos a lo alto se volvieron,
y junto a los demás dieron la vuelta,
como un tropel sin freno hacia nosotros.
«Mucha es la gente que a nosotros viene,
y te quieren rogar —dijo el poeta—:
mas sigue andando, y caminando escucha.»
«Oh alma que caminas con aquellos
miembros con que naciste, a ser dichoso,
—se acercaban gritando— aquieta el paso.
Mira si a alguno de nosotros viste,
para que de él allí noticias lleves:
¡Ah!, ¿por qué sigues? ¡Ah!, ¿por qué no paras?
Todos muertos violentamente fuimos,
y hasta el último instante pecadores;