Mucho es mayor el miedo que suspende
mi alma del tormento de allí abajo,
que ya parece pesarme esa carga.»
Y ella me dijo: «¿Quién te ha conducido
entre nosotros, que volver esperas?»
Y yo: «Este que está aquí sin decir nada.
Vivo estoy; por lo cual puedes pedirrne,
espíritu elegido, si es preciso
que allí mueva por ti mis pies mortales.»
«Tan rara cosa de escuchar es ésta,
que es signo —dije,— de que Dios te ama;
con tus plegarias puedes ayudarme.
Y te suplico, por lo que más quieras,
que si pisas la tierra de Toscana,
que a mis parientes mi fama devuelvas.
Están entre los necios que ahora esperan
en Talamón, y allí más esperanzas
perderán que en la busca de la Diana.
Pero más perderán los almirantes.