La Divina Comedia

Llegué a un lugar de todas luces mudo,

que mugía cual mar en la tormenta,

si los vientos contrarios le combaten.

La borrasca infernal, que nunca cesa,

en su rapiña lleva a los espíritus;

volviendo y golpeando les acosa.

Cuando llegan delante de la ruina,

allí los gritos, el llanto, el lamento;

allí blasfeman del poder divino.

Comprendí que a tal clase de martirio

los lujuriosos eran condenados,

que la razón someten al deseo.

Y cual los estorninos forman de alas

en invierno bandada larga y prieta,

así aquel viento a los malos espiritus:

arriba, abajo, acá y allí les lleva;

y ninguna esperanza les conforta,

no de descanso, mas de menor pena.

Y cual las grullas cantando sus lays

largas hileras hacen en el aire,

así las vi venir lanzando ayes,

a las sombras llevadas por el viento.

Y yo dije: «Maestro, quién son esas

gentes que el aire negro así castiga?»

«La primera de la que las noticias

quieres saber —me dijo aquel entonces—

fue emperatriz sobre muchos idiomas.

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