Uno a otro apagó; y está la espada
junto al báculo; y una y otro unidos
forzosamente, marchan mal las cosas;
porque juntos no temen uno al otro:
Si no me crees, recuerda las espigas,
pues distingue las hierbas la simiente.
En la tierra que riegan Po y Adige,
valor y cortesía se encontraban,
antes de entrar en liza Federico.
Ahora puede cruzar sin miedo alguno
cualquiera que dejase, por vergüenza,
de acercarse a los buenos o de hablarlos.
Tres viejos hay aún con quien reprende
a la nueva la antigua edad, y tardo
Dios les parece en que con él les llame:
Corrado de Palazzo, el buen Gherardo,
y Guido de Castel, mejor llamado
el sencillo lombardo, a la francesa.
Puedes decir que la Iglesia de Roma,
por confundir en ella dos poderes
ella y su carga en el fango se ensucian.»
«Oh Marco mío —dije— bien hablaste;
y ahora discierno por qué de la herencia
los hijos de Leví privados fueron.
Más qué Gherardo es ése que, por sabio,
dices, quedó de aquella raza extinta
corno reproche del siglo salvaje?»