Estas palabras tanto me placían,
que avancé un poco más por conocer
a aquel que parecía proferirlas.
Aquel hablaba aún del generoso
trato de Nicolás con las doncellas
para guardar su juventud honesta.
«Oh espíritu que tanto bien proclamas,
dime quién fuiste —dije y por qué sólo
repites estas dignas alabanzas.
No quedarán tus palabras sin premio,
si vuelvo a completar la corta senda,
de aquella vida que al término vuela.»
Y aquél: «Te lo diré, no porque espere
consuelo en ello, sino porque tanta
gracia en ti luce aun antes de estar muerto.
Yo fui raíz de aquella mala planta
que la tierra cristiana ha ensombrecido,
tal que buen fruto rara vez se coge.
Mas si Duay y Gante, Lila y Brujas
pudieran, su venganza encontrarían;
yo la suplico a aquel que todo juzga.
Hugo Capeto fui llamado abajo;
de mí nacieron Felipes y Luises
por quien Francia regida fue de nuevo.
De un carnicero de París fui hijo:
al extinguirse ya los viejos reyes,
salvo el que en paños grises envolvieron,