Gloria in excelsis todos deo
decían, por lo que escuché, de cerca,
y pude comprender lo que gritaban.
Suspendidos e inmóviles estábamos,
igual que los pastores al oírlo,
hasta que terminó el temblor y el canto.
Luego seguimos nuestra santa ruta,
viendo yacer las sombras por la tierra,
vueltas de nuevo al llanto acostumbrado.
Con tanta guerra nunca la ignorancia
de conocer me hizo deseoso,
si es que no se equivoca mi memoria,
cuanta creí tener, pensando, entonces;
ni a preguntar osaba por la prisa,
ni comprendía nada por mí mismo:
y marchaba asustado y pensativo.