para que nadie, pienso, lo subiera.
Del lado en que el camino se cortaba,
caía de la roca un licor claro,
que se extendía por las hojas altas.
Al árbol se acercaron los poetas;
y una voz desde dentro de la fronda
gritó: «Muy caro cuesta este alimento.»
«Más pensaba María en que las bodas
—siguió— fueran honradas, que en su boca,
esa que ahora intercede por vosotros.
Las antiguas romanas sólo agua
bebían; y Daniel, que despreciaba
el alimento, conquistó la ciencia.
La edad primera, bella como el oro,
hizo con hambre gustar las bellotas,
y néctar con la sed cualquier arroyo.
Miel y langostas fueron las viandas
que en el yermo nutrieron al Bautista;
por lo cual es tan grande y tan glorioso
como en el Evangelio se demuestra.»