como en vano anhelantes chiquitines
que piden, y a quien piden no responde,
mas por hacer sus ganas más agudas,
les muestra su deseo puesto en alto.
Luego se fueron ya desengañadas;
y nos aproximamos al gran árbol,
que tanto llanto y súplicas desdeña.
«Seguid andando y no os aproximéis:
un leño hay más arriba que mordido
fue por Eva y es éste su retoño.»
Entre las frondas no sé quién hablaba;
y así Virgilio, Estacio y yo, apretados
seguimos caminando por la cuesta.
Decía: «Recordad a los malditos
nacidos de las nubes, que, borrachos,
con dos pechos lucharon con Teseo;
y a los hebreos, por beber tan flojos,
que Gedeón no quiso de su ayuda,
cuando a Madián bajó de las colinas.»
Así arrimados a uno de los bordes,
oyendo fuimos culpas de la gula
seguidas del castigo miserable.
Ya en la senda desierta, distanciados,
más de mil pasos nos llevaron lejos,
los tres mirando sin decir palabra.
«Solos así los tres ¿qué vais pensando?»,
dijo una voz de pronto; y me agité