La Divina Comedia

como un caballo joven y espantado.

Alcé mi rostro para ver quién era;

y jamás pude ver en ningún horno

vidrio o metal tan rojo y tan luciente,

como a quien vi diciendo: «Si os complace

subir, aquí debéis de dar la vuelta;

quien marcha hacia la paz, por aquí pasa.»

Me deslumbró la vista con su aspecto;

por lo que me volví hacia mis doctores,

como el hombre a quien guía lo que escucha.

Y como, del albor anunciadora,

sopla y aroma la brisa de mayo,

de hierba y flores toda perfumada;

yo así sentía un viento por en medio

de la frente, y sentí un mover de plumas,

que hizo oler a ambrosía el aura toda.

Sentí decir: «Dichosos los que alumbra

tanto la gracia, que el amor del gusto

en su pecho no alienta demasiado,

apeteciendo siempre cuanto es justo.»

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