La Divina Comedia

CANTO XXX

Y cuando el septentrión del primer cielo,

que no sabe de ocaso ni de orto;

ni otra niebla que el velo de la culpa,

y que a todos hacía sabedores

de su deber, como hace aquí el de abajo

al que gira el timón llegando a puerto,

inmóvil se quedó: la gente santa

que entre el grito y aquel primero

vino, como a su paz se dirigió hacia el carro;

y uno de ellos, del cielo mensajero,

'Veni sponsa de Libano', cantando

gritó tres veces, y después los otros.

Cual los salvados al último bando

prestamente alzarán de su caverna,

aleluyando en voces revestidas,

sobre el divino carro de tal forma

cien se alzaron, ad vocem tanti senis,

ministros y enviados del Eterno.

'¡Benedictus qui venis!' entonaban,

tirando flores por todos los lados

'¡Manibus, oh, date ilia plenis'

Yo he visto cuando comenzaba el día

rosada toda la región de oriente,

bellamente sereno el demás cielo;

y aún la cara del sol nacer en sombras,

tal que, en la tibiedad de los vapores,

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