La Divina Comedia

a mí me sucedió y, balbuceando,

dije: «Señora lo que necesito

vos sabéis, y qué es bueno para ello.»

Y dijo: «De temor y de vergüenza

quiero que en adelante te despojes,

y que no me hables como aquel que sueña.

Sabe que el vaso que rompió la sierpe

fue y ya no es; mas crean los culpables

que el castigo de Dios no teme sopas.

No estará sin alguno que la herede

mucho tiempo aquel águila que plumas

dejó en el carro, monstruo y presa hecho.

Que ciertamente veo, y lo relato,

las estrellas cercanas a ese tiempo,

de impedimento y trabas ya seguro,

en que un diez, en que un cinco, en que un quinientos

enviado de Dios, a la ramera

matará y al gigante con quien peca.

Tal vez estas palabras tan oscuras,

cual de Esfinge o de Temis, no comprendas,

pues a su modo el intelecto ofuscan;

Mas Náyades serán pronto los hechos,

que han de explicar enigma tan oscuro

sin daño de rebaños ni cosechas.

Toma nota; y lo mismo que las digo,

lleva así mis palabras a quien vive

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