La Divina Comedia

La quinta luz, de todas la más bella,

respira tanto amor, que todo el mundo

saber aquí desea sus noticias;

dentro está la alta mente, en la que tanto

saber latió, que si lo cierto es cierto,

a tanto ver no surgió aún un segundo.

Ve la luz de aquel cirio, junto a ella

que aun en carne mortal por dentro supo

la angélica natura y sus oficios.

En la luz pequeñita está riendo

el abogado de tiempos cristianos

cuyos latines a Agustín sirvieron.

Ahora si el ojo de la mente llevas

de luz en luz tras de mis alabanzas,

ya de la octava te encuentras sediento.

Viendo todos los bienes dentro goza

el alma santa que el mundo falaz

de manifiesto pone a quien le escucha:

el cuerpo del que fue arrojada yace

allá abajo en Cieldauro; y a esta calma

vino desde el martirio y el destierro

ve más allá las llamas del espíritu

de Isidoro, de Beda y de Ricardo,

que en su contemplación fue más que un hombre.

Esa de la cual pasa a mí tu vista,

es la luz de un espíritu que tarde

meditando, pensaba que moría:

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