La casa en que naciera vuestro llanto,
por el justo rencor que os ha matado,
y puso fin a vuestra alegre vida,
era honrada, con todos sus secuaces:
¡Oh Buondelmonti, mal de aquellas bodas
huiste, y el consuelo nos quitaste!
Alegres muchos tristes estarían,
si al Ema Dios te hubiese concedido,
cuando llegaste allí por vez primera.
Mas convenía que en la piedra rota
que el puente guarda, hiciera un sacrificio
Florencia al terminarse ya su paz.
Con estas gentes, y otras con aquéllas,
vi yo a Florencia con tan gran sosiego,
que no había motivos para el llanto.
Con esas gentes yo vi glorioso
y justo al pueblo, tanto que su lirio
nunca al revés pusieron en el asta,
ni fue hecho rojo por las disensiones.»