La Divina Comedia

Allí se tornó voz, y por el pico

salió en palabras, como lo esperaba

mi corazón, en donde las retuve.

«La parte en mí que ve y que al sol resiste

siendo águila mortal —me dijo entonces—

ahora debes mirar atentamente,

pues de los fuegos que hacen mi figura,

esos por los que brillan mis pupilas,

son los más excelentes de entre todos.

Ese que en medio luce como el iris,

fue el gran cantor del Espíritu Santo,

que el arca trasladó de pueblo en pueblo:

ahora sabe ya el mérito del canto,

en cuanto efecto fue de su deseo,

por el pago que le ha correspondido.

De los cinco del arco de mis cejas,

quien del pico se encuentra más cercano,

consoló a aquella viuda por su hijo:

ahora sabe lo caro que resulta

el no seguir a Cristo, conociendo

esta vida tan dulce y su contraria.

Y aquel que sigue en la circunferencia

que te digo, en lo más alto del arco,

con penitencias aplazó su muerte:

ahora sabe que el juicio sempiterno

no cambia, aun cuando dignas oraciones

de lo de hoy abajo hace mañana.

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