El Zarco

Sepultada la señora, a cuyo entierro concurrieron todas las personas que habían estimado sus virtudes, todo volvió a la vida normal, es decir, a aquella vida llena de zozobras y de peligros que hemos descrito. Nicolás se fue a su herrería de Atlihuayan, más querido aun por sus patrones, a causa de su noble conducta; Pilar volvió a la humildísima casa de sus tíos, que se convirtió para ella en un edén, porque su esposo futuro, esperando la fecha señalada, la visitaba todas las tardes, como lo hacía en otro tiempo en casa de Manuela

¿Y ésta? Véamos lo que le pasaba.










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