El Zarco

Capítulo 18. Entre los bandidos

Manuela, apasionada de el Zarco y por lo mismo ciega, no había previsto enteramente la situación que le esperaba, y si la había previsto, no se había formado de ella sino una idea convencional.

Su fantasía de mujer enamorada e inexperta le representaba la existencia en que iba a entrar como una existencia de aventuras peligrosas, es verdad, pero divertidas, romancescas, originales, fuertemente atractivas para un carácter como el suyo, irregular, violento y ambicioso.

Como hasta allí, y desde que se había soltado esa nueva plaga de bandidos en la tierra caliente, al acabar la terrible guerra civil que había destrozado a la República por espacio de tres años, y que se conoce en nuestra historia con el nombre de Guerra de Reforma, no puede decirse que se hubiera perseguido de una manera formal a tales facinerosos, ocupado como estaba el gobierno nacional en luchar todavía con los restos del ejército clerical. Manuela no había visto nunca levantarse un patíbulo para uno de esos compañeros de su amante.

Al contrario, había visto a muchísimos pasearse impunemente por las poblaciones y los campos, en son de triunfo, temidos, respetados y agasajados por los ricos, por las autoridades y por toda la gente.

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