El Zarco

Si alguna persecución se les hacía, de cuando en cuando, como aquella que había fingido el feroz comandante, conocido nuestro, era más bien por fórmula, por cubrir las apariencias, pero en el fondo, las autoridades eran impotentes para combatir a tales adversarios, y todo el mundo parecía resignado a soportar tan degradante yugo.

Manuela, pues, se figuraba que aquella situación, por pasajera que fuese, aún debía durar mucho, y que el dominio de los plateados iba consolidándose en aquella comarca. Además, era ella muy joven para recordar las tremendas persecuciones y matanzas llevadas a cabo contra los bandidos de otras épocas por fuerzas organizadas por el gobierno del Estado de México y puestas a las órdenes de jefes enérgicos y terribles, como el célebre Oliveros.








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