El Zarco

Capítulo 10. La fuga

Al día siguiente, Nicolás, el herrero de Atlihuayan, vino, como de costumbre, en la tarde, a hacer su visita a la madre de Manuela y la encontró preocupada y triste. La joven estaba durmiendo y la señora se hallaba sola en el pequeño patio en que la encontramos la tarde anterior…

—¿Hay alguna noticia nueva? —preguntó doña Antonia al joven artesano.

—Sí, señora —respondió éste—; parece que la caballería del gobierno llegará, por fin, mañana. Es preciso que estén ustedes dispuestas, porque sé que no permanecerá ni un día y que se va pasando por Cuautla y de allí se dirige a México.

—Yo estoy lista ya enteramente —respondió doña Antonia—. Todo el día nos hemos pasado arreglando los baúles y recogiendo mi poco dinero. Además, he ido a ver al juez para que me extendiera un poder, que voy a dejar a usted —añadió, tomando de su cesto de costura un papel que dio a Nicolás—. Usted se encargará, si me hace favor, de vender esta huerta, lo más pronto posible, o de arrendarla, pues según están las cosas, no podemos volver pronto y estoy aburrida de tanto sufrir aquí. Si usted se va a México, allá nos encontrará como siempre, y quizás entonces se habrá cambiado el ánimo de Manuela.

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