Sábado, 31
YO creo que tu compañero Stardi no se quejará nunca de su maestro. Has escrito: «El maestro estaba esta mañana impaciente y de mal humor», y lo dices en tono de resentimiento. Piensa en las veces que tú te impacientas, ¿y con quién? Con tu padre y con tu madre, lo cual convierte tu impaciencia en una falta bastante peor. ¡Tiene sobrada razón tu maestro para mostrarse impaciente alguna que otra vez! Ten en cuenta que lleva muchos años trabajando con muchachos y que si es cierto que algunos son cariñosos y corteses, también hay otros, la mayoría, ingratos, que abusan de su bondad y no se acuerdan de sus cuidados, resultando que, en definitiva, recibe más amarguras que satisfacciones.
Piensa que el hombre más santo de la tierra, puesto en su lugar, se dejaría llevar a veces por la ira. Y, además, ¡si supieses cuántos días, aun estando enfermo, acude a clase, por no ser su enfermedad lo suficientemente grave para dispensarse de su obligación, impacientándose porque sufre molestias y le apena que vosotros no lo advirtáis o abuséis de él…! Respeta y quiere a tu maestro, hijo mío.