Martes, 27
MI pobre maestra agonizaba mientras nos hallábamos en el teatro Víctor Manuel. Falleció a las dos, siete días después de haber ido a visitar a mi madre. Ayer por la mañana estuvo el Director en la escuela para darnos la triste noticia.
—Todos los que habéis sido alumnos suyos —nos dijo— sabéis lo buena que era y lo mucho que quería a los niños, para los que siempre fue una madre. Ahora ya no está entre nosotros. Una terrible enfermedad venía consumiéndola desde hace tiempo. De no haber tenido que trabajar para ganarse el diario sustento, se habría curado, o, por lo menos, habría conservado la vida algunos meses; pero nunca quiso solicitar el oportuno permiso, prefiriendo estar con los niños hasta el último día. El sábado, 17, por la tarde, se despidió de ellos con la certeza de que ya no volvería a verlos, y aun les dio buenos consejos, los besó y se fue sollozando. ¡Nadie la verá ya! Acordaos de ella, queridos niños.
Precossi, que había sido alumno suyo en primero, dobló la cabeza sobre el banco y empezó a llorar.