Corazón

El último examen

Viernes, 7

ESTA mañana hemos dado el examen oral. A las ocho estábamos ya todos en nuestros sitios. A las ocho y cuarto empezaron a llamarnos de cuatro en cuatro para ir al salón de actos, donde había una mesa cubierta con un tapete verde, y sentado en torno a ella el Director y cuatro maestros, entre ellos el nuestro.

Yo fui uno de los primeros llamados. ¡Pobre maestro! ¡Cómo me he dado hoy cuenta de lo mucho que nos quiere!

Mientras los demás nos preguntaban, él no nos quitaba ojo, se turbaba cuando vacilábamos en responder, prestaba oído muy atento y nos hacía la mar de gestos con las manos y con la cabeza para decirnos: «¡Bien!», «¡no!», «¡presta atención!», «¡más despacio!», «¡ánimo!» Si hubiese podido hablar, nos habría sugerido todas las respuestas. Un padre no habría hecho más que él. De buena gana le habría dado las gracias diez veces delante de todos.

Cuando los otros maestros dijeron: «Está bien, vete tranquilo», le brillaron los ojos de alegría.

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