Dijo Simbad:
"Sabed, ¡oh amigos mÃos! que al regresar del cuarto viaje me dediqué a hacer una vida de alegrÃa, de placeres y de diversiones, y con ello olvidé en seguida mis pasados sufrimientos, y sólo me acordé de las ganancias admirables que me proporcionaron mis aventuras extraordinarias. Asà es que no os asombraréis si os digo que no dejé de atender a mi alma, la cual inducÃame a nuevos viajes por los paÃses de los hombres.
Me apresté, pues, a seguir aquel impulso, y compré las mercaderÃas que a mi experiencia parecieron de más fácil salida y de ganancia segura y fructÃfera; hice que las encajonasen, y partà con ellas para Bassra.
Allà fui a pasearme por el puerto, y vi un navÃo grande, nuevo completamente, que me gustó mucho y que acto seguido compré para mà solo. Contraté a mi servicio a un buen capitán experimentado y a los necesarios marineros. Después mandé que cargaran las mercaderÃas mis esclavos, a los cuales mantuve a bordo para que me sirvieran. También acepté en calidad de pasajeros a algunos mercaderes de buen aspecto, que me pagaron honradamente el precio del pasaje. De esta manera, convertido entonces en dueño de un navÃo, podÃa ayudar al capitán con mis consejos, merced a la experiencia que adquirà en asuntos marÃtimos.