Ella dijo:
... apresuróse a volver a casa de Simbad el Marino, que le recibió con aire afable, y le dijo: "¡Séate cosa fácil la amistad aquí! ¡Y la confianza sea contigo!" Y el cargador quiso besarle la mano, y al ver que Simbad no consentía en ello, le dijo: "¡Dilate Alah tus días y consolide sobre ti sus beneficios!"
Y como ya habían llegado los demás invitados, comenzaron por sentarse en torno del mantel extendido en que vertían su grasa los corderos asados y se doraban los pollos rellenos deliciosamente con pastas de alfónsigos, de nueces y de uvas. Y comieron, y bebieron, y se divirtieron, y se regalaron el espíritu y el oído escuchando cantar a los instrumentos bajo los dedos expertos de sus tañedores.
Cuando acabaron, habló Simbad en estos términos, en medio del silencio de los convidados: