… Hoy, O[…] y yo tenemos una noche magnífica y tranquila. Todo está quieto al otro lado. No aquí. El ruso está sosegado y hemos podido terminar pronto. Una buena botella de Cordon Rouge consumida con toda tranquilidad nos hizo la noche particularmente agradable.
En las notas del «Diario de Guerra» leí algo de Binding y de otro. ¡Con qué original finura resuena en este hombre lo que ahí afuera nos impresiona y conmueve! Todo lo subjetivo y secundario queda eliminado. En sus palabras sólo irradia de su espíritu lo realmente decisivo.
Nada nos prometemos de las grandes decisiones que… arriba habrán de tomar seguramente alguna vez. ¡Nadie puede decir, naturalmente, si el tiempo que pasa rápido no hará cambiar tales decisiones! Hasta ahora se ha estado combatiendo con furiosa dureza por la altura X, en la ciudad y fuera de la ciudad. Generales y coroneles coqueteaban con la posibilidad de que justamente dicha altura X pudiera tener cierta trascendencia en la Historia Universal. ¡Y no sólo generales!
Todos los días son tomadas al asalto algunas posiciones y todos los días el enemigo —o nosotros, según quien las ocupe— es desalojado de ellas. Ni el enemigo ni nosotros hemos sido capaces de decidir hasta ahora con qué fin hay que tomarlas aun en el caso de que puedan ser mantenidas.