… Así, ahora ya sabes que yo no volveré. Comunícaselo a nuestros padres con precaución. Estoy muy trastornado y dudo mucho de todo. En tiempos era confiado y fuerte, hoy me encuentro insignificante y soy escéptico. Muchas cosas de las que aquí suceden no las sabré nunca; pero lo poco en lo cual tomo parte es ya tanto, que no lo puedo tragar. A mí no me convencerán, ni podrán convencerme de que mis camaradas murieron con la palabra «Alemania» o con el grito de «Heil Hitler!» en los labios. Se muere y esto no puede ser objeto de engaño; pero la última palabra es para la madre o para la persona a quien más se quiere, o bien es simplemente un grito de ¡socorro! He visto ya caer y morir a centenares y muchos de ellos, como yo mismo, formaban parte de las juventudes hitlerianas; pero todos, si les quedaban fuerzas para ello, pedían auxilio o bien pronunciaban el nombre de alguien que no podía ayudarles.