… ¡Qué tremenda desgracia que viniera la guerra! Hermosas ciudades fueron víctimas suyas y son ahora montones de escombros. Y el campo no se cultiva en ninguna parte. Y lo más espantoso es la muerte de tantos y tantos hombres. Ahora yacen enterrados en tierra enemiga. ¡Qué gran desgracia es esto! Pero debéis alegraros de que la guerra se desarrolla en países lejanos y no en nuestra querida patria alemana. Allí no podrá llegar y así la desgracia no será todavía mayor. Tenéis que dar gracias por esto y dárselas a Dios de rodillas. Nosotros estamos aquí a orillas del Volga y montamos la guardia. Para vosotros y para nuestra patria. Si no estuviéramos nosotros aquí, los rusos romperían el frente y lo machacarían todo. Son muy fuertes y disponen de muchos millones de hombres. A los rusos el frío no les importa. Pero nosotros nos helamos terriblemente.
Me alojo en un agujero practicado en la nieve y sólo por la noche puedo refugiarme en un sótano. No podéis imaginaros lo bien que se está allí. Aquí estamos y por esto no debéis temer nada. Ahora somos cada vez menos y si esto continúa, pronto no quedaremos ninguno. Pero Alemania tiene muchos soldados y todos ellos luchan por la patria. Todos deseamos que pronto llegue la paz y que triunfemos; esto es lo más importante. Deseadnos suerte.