… He recibido tu contestación. No esperarás que te dé las gracias. Esta carta será breve. Debí haberlo pensado cuando te pedí que me ayudaras. Eras y sigues siendo un hombre inalterablemente «recto». Ni mamá ni yo lo ignorábamos. Pero no podíamos creer, ni remotamente, que sacrificaras tu hijo a la «rectitud». Te pedí que me sacaras de aquí, porque por este absurdo estratégico no vale la pena irse al otro barrio. Te habría sido muy fácil pronunciar una palabra en mi favor y hacer que una orden oportuna me alcanzara. Tú no te haces cargo de la situación. No la ves con claridad. Bien, padre, bien.