Los Lanzallamas

El gato ha lanzado su S.O.S., y el hombre ha esperado tras de la puerta. Realizó varios actos. Uno, inclinarse. Dos, acariciarlo en la espalda. Tres, pasarle la mano bajo el vientre. Cuatro, levantarlo. Pero… ¿a mí? ¿A ellos? ¿A nosotros? Sí, a nosotros, Dios canalla. A nosotros. Te hemos llamado y no has venido. Se detiene y piensa:

―¡Qué dulce palabra! Lo hemos llamado y no ha venido. Lo hemos lla… ma… do… y no… ha… ve… ni… do. Dulzura única. Lo hemos llamado y no ha venido. Podremos contestar así algún día: “Nosotros lo llamamos, y Él no vino”. 

Erdosain cierra los ojos. Deja que un intervalo de oscuridad penetre por su boca y por sus ojos. El intervalo de oscuridad se agrieta. Deja pasar una réplica.

—Tenemos la culpa. Nosotros lo llamamos y Él no vino. ¡Hum!… esto es grave. ¿Se ha calculado cuántos hombres lo llaman a Dios en la noche? No importa que lo llamen para resolver sus asuntos personales. ¡Y cuántas almas están gritando despacio, despacito: “Dios, no me abandones, por favor”! ¿Se ha calculado cuántas criaturas antes de dormirse rezan a hurtadillas del padre, oblicuo en la cama, o de la madre, detenida frente a un ropero entreabierto: “No nos dejes, Dios, por favor”?

eXTReMe Tracker