Los Lanzallamas

TRABAJANDO EN EL PROYECTO

Erdosain ha vuelto de la calle con frío en el cuerpo y palpitaciones en las sienes. Se deja caer aniquilado en la cama, y cierra los ojos. Su alma tiene sueño. Casi siempre el que tiene sueño es el cuerpo, pero su alma también quisiera dormir ahora. Pierde la sensación del límite de sus miembros, y le parece que se disuelve en una neblina cuyo centro sensible es su cerebro. La neblina avanza oscura sobre el mundo como una nube de hollín, y Erdosain se acaricia la frente ardiente con una mano fría. Más piedad no podría sentir por una criatura extraña y desmantelada.

Se ha disuelto en el mundo. Atraviesa murallas, cubre extensiones de campo yermo, penetra en arrabales de casas de madera forradas de hojalata, salta sobre los rieles y los pasos de nivel, se disuelve lejos; a veces un farol de querosene ilumina un trozo de camino embaldosado de ladrillos, resbala como una nube, corta perpendiculares frialdades de arbolados, deja tras de sí los puentes pintados de minio y alquitrán, las fachadas iluminadas en las noches por reflectores bajos, los letreros de gases de aire liquido, y, cada vez que se detiene, una mano misteriosa le golpea la frente, un escalofrío le punza el corazón.


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