—¿Verá usted al Buscador de Oro?
—Hasta dentro de algunos meses, no.
—Bueno, cuando lo encuentre, dígale que siempre lo recordé con cariño.
—Muy bien.
Se miraron otra vez a los ojos, como si tuvieran que decirse algo; los labios de Erdosain se entreabrieron ligeramente, sonrió vagamente, y girando sobre sí mismo salió.