Emma

CAPÍTULO LIII

TODOS los amigos de la señora Weston tuvieron una gran alegría con su feliz alumbramiento. Y para Emma, a la satisfacción de saber que todo había ido perfectamente bien, se añadió la de que su amiga hubiese sido madre de una niña. Ella había manifestado sus preferencias por una señorita Weston. No quería reconocer que era con vistas a una futura boda con alguno de los hijos de Isabella; sino que decía que estaba convencida de que una niña iba a ser mucho mejor tanto para el padre como para la madre. Sería una gran ilusión para el señor Weston, que empezaba a envejecer… y diez años más tarde, cuando el señor Weston tuviera ya una edad más avanzada, vería alegrado su hogar por los juegos y las ocurrencias, los caprichos y los antojos de aquella niña que pertenecería propiamente a la casa; y en cuanto a la señora Weston… nadie podía dudar de lo que iba a significar para ella una hija; y hubiese sido una lástima que una maestra tan buena como ella no hubiese podido volver a enseñar.

—Ha tenido la suerte de haber podido practicar conmigo —decía Emma—, como la baronesa de Almane con la condesa de Ostalis, en Adelaida y Teodora, de Madame de Genlis, y ahora veremos cómo sabe educar mejor a su pequeña Adelaida.

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