La barra de los tres golpes

Apenas concluido éste, salimos corriendo y tomamos un Lacroze en Lavalle y Callao. La costanera, completamente sola, se convirtió en pista de carreras, sobresaliendo en la competencia Ortega y Ariza. Siguieron seguidillas de "rango y mida", desfiles en fila india con una mano sobre el hombro, marchas y contramarchas, llegando al borde de la playa donde algo llamó la atención: "Sillas: $ 0.10" indicaba un cartel.

Repentinamente un grito rasgó el silencio de la noche' No se supo a quien se le ocurrió la idea ni quien fue su ejecutor; pero simultáneamente con un estentóreo "¡ hombre al agua!", un cuerpo cruzó silbando el espacio con la velocidad del bólido, cayendo estrepitosamente: ¡alguien había tirado una silla al río!

A los pocos instantes, atraído por el alarido o por el ruido, un agente de policía avanzaba corriendo hacia el lugar donde estábamos. Subir las escaleras y ponernos a salvo bajo la sombra de los árboles del Balneario, fue obra de escasos minutos.




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