La barra de los tres golpes

El profesor N., de contabilidad, de escasa estatura, ya entrado en años, con cara demacrada y nariz pronunciada que parecía avanzar sobre un par de bigotes semejantes a un cepillo, convirtió a su asignatura en una de las más desagradables del año. Trabajábamos intensamente pero nos mezquinaba las notas a tal punto, que en la prueba del primer bimestre hubo sólo seis aprobados, lo que causó indignación y la consiguiente huelga, negándose todos a entrar a la clase subsiguiente, excepto tres alumnos que no pudieron tomar a tiempo sus providencias. Los huelguistas permanecieron en la calle hasta que el tañido de la campana anunció la nueva hora.

Para otra prueba bimestral tuvo la infeliz ocurrencia de hacernos trasladar al Aula Magna, que se utilizaba en determinadas ocasiones, pero sólo para escuchar, pues sus bancos de madera cuyo ancho no superaba los cinco centímetros. Sobre ese tirante debimos escribir, adoptando las más variadas e incómodos posturas.

Repitiéronse las malas notas, creando más odio hacia él la comparacíón con su colega del año anterior Dr, Márquez, que hacia trabajar más a sus alumnos, pero tenía hacia ellos una consideración y respeto que se retribuyan con creces.

 

 

V

 

 

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