La barra de los tres golpes

Su escasez imponía la asistencia por turnos, quedando los dos tercios del total en su aula, sin celadores, lo que permitía una diversión completa. La materia carecía de significación, pues todos los del turno noche trabajábamos en oficinas donde su uso era constante y los que no sabían dactilografía, no podían aprender con esos elementos. Pero había una ventaja sensible: no daban deberes para hacer en casa y se podía descansar un poco más o dedicar más tiempo a otras materias como inglés, dictada por el Dr. Venancio Minondo, entusiasta y dinámico, incansable en sus ejemplos; apenas llegó el primer día comenzó a hablar velozmente y sin descanso, en la lengua de Shakespeare y nadie entendió. Interrogó a varios, sin obtener respuesta y cuando le explicamos que no lo comprendíamos, sonrojo de ira, pues no podía concebir que a esa altura del programa, no lo conversáramos y escribiéramos correctamente.

Hizo preguntas sobre estudios anteriores y exhortó a todos a trabajar fuertemente con él, para recuperar el tiempo perdido; fue uno de los más activos docentes. Enciclopedia de superlativos, sinónimos, parónimos y accidentes gramaticales, llenaba los cuatro pizarrones con ejemplos y cuando faltaba el espacio, pues no tenía tiempo para borrar, anotaba sobre lo escrito.

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