La barra de los tres golpes

evolución de las misma: había más serenidad, otro sentido de las cosas

Las corridas policiales no se originaron más en diabluras; menudearon y fueron más peligrosas

a medida que finalizaba el año y tenían otras causas: las políticas.

La concurrencia a teatros y cines había disminuido, aumentando el odio a las clases del sábado.

Una de las últimas travesuras de tipo primario tuvo por escenario el cine Buckingham, el menos decente de entonces, que los recibió una noche de huelga. Sito en Corrientes entre Callao

y Rodríguez Peña vereda de números pares, tenía de cine sólo el nombre y la casualidad de que se pasaba una película mediante un proyector; el filme era el único que tenía y se exhibía continuamente, pues no se iba allí a ver espectáculos: esa sala parecía tener un objetivo fundamente: el escándalo. El precio de las localidades incluía el derecho a ser picado por una variada colección de insectos y a nadie extrañaba que al acupar el asiento, desconocidas manos femeninas acariciaran al espectador mediante un precio.

Aquella noche había belicosidad en los ánimos de los escolares que se ubicaron estratégicamente en la sala, formando grupitos de cuatro o cinco, que ocupaban asientos distantes y separados entre sí.

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