La barra de los tres golpes

Luis Antonio Pagliano no había pasado aún sus dos primeros decenios cuando cursaba cuarto año. De mediana estatura, delgado, ojos grandes, salientes y expresivos, tenía una nariz tan respingada que le decían "nariz de enchufe de toma corriente". Noble, muy desinteresado, un tanto débil de carácter, siempre estaba dispuesto a ayudar a todos. En la lucha que para la formación de su personalidad se había trabado entre su "yo materialista" y el espiritualista, había triunfado éste en forma abrumadora. Romántico, bohemio, sentía innata inclinación por lo sentimental y lo bello. Leal como el que más, siempre participaba en cualquier acto tendiente a salvar a un compañero. No fue alumno brillante en aplicación ni destacado conductor en lides políticas; pero tenía esa fibra moral que sabe dar a la amistad el excepcional valor que tiene.








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