La barra de los tres golpes

Éramos unos veinte, aproximadamente los que íbamos caminando por Callao en dirección a Corrientes, cuando poco antes de llegar a Lavalle se le ocurrió a Salgueiro, uno de los de mayor edad, una idea luminosa: en fila de a uno, por él encabezada, debíamos subir por la plataforma trasera de un tranvía Lacroze y bajar por la delantera.

Dicho y hecho. En momentos en que uno de esos coches estaba parado en Lavalle y Callao, mientras el conductor hacia el cambio de vías para tomar por aquélla, Salgueiro subió y los demás lo seguimos en perfecta formación; a medida que pasábamos.. el guarda sacaba de la máquina una larga tira, diciendo con voz grave: “boleto, boleto”.

Recorrimos el pasillo del tranvía; se abrieron las puertas de la plataforma delantera y con la mayor tranquilidad del mundo uno tras otro bajamos del vehículo, mientras el guarda, atónito, retenía en sus manos la tira de boletos. Sólo el conductor se dio cuenta al rato de la jugarreta y comenzó a agitar el largo hierro del cambio de vías en tono tan amenazador, que, convencidos nosotros de la falta de defensas ante la furia del íbero e irascible motor-man, echamos a correr precipitadamente para ponemos a salvo.

La acción inicial felizmente cumplida fue risueñamente comentada la noche siguiente, infundiendo bríos y entusiasmos para nuevas locuras.

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