La barra de los tres golpes

Una noche, en la mitad de su tranquila disertación, escuchada con gran interés y silencio, se apagaron repentinamente las luces en toda la casa. Sin saberse por qué instantáneamente cada estudiante se transformó en un salvaje; en todas las, divisiones había alaridos ensordecedores. En la de primero primera comenzaron a: volar libros y cuadernos, mientras desde los últimos bancos alguien rugía: " ¡ Que lo maten al ruso! ¡ Que lo maten!"

Apareció muy pronto el celador Brocher con una vela encendida; pero por desgracia un soplo de viento se la apagó en seguída y el escándalo llegó a su máximo límite a pesar de las furiosas amenazas de suspensión individual y colectiva.

El Dr. Casanovich aprestóse a retirarse de la tormentosa sala y en un raro instante de calme, exclamó tranquilamente: "Bueno, señores, me parece que no se puede dar clase esta noche". ¡Dar clase! ¡Qué ironía! ¡Aquéllo parecía el campo de Agramante!

 

 

 

IX

 

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