La barra de los tres golpes

Como se conocían de memoria los discursos, todos trataban de escapar; pero como también el director conocía de memoria esta íntima inclinación de sus pupilos, adoptaba las normas más convenientes para evitarlo: cerraba las puertas de salida, reforzando las guardias con porteros y celadores, como canes cerberos.

Lo que no le impedía, sin embargo, encabezar su atenga con estas frases: “Jóvenes estudiantes: Este acto patriótico al que concurrís con tanto agrado ...”.

Justo es reconocer su sana y loable inspiración. Deseaba que las efemérides se realizaran con la debida solemnidad, haciendo subir al escenario, como abanderado, al mejor estudiante de quinto año, escoltado por dos buenos compañeros de años superiores, haciéndose digna guardia a la hermosa bandera argentina de la escuela. Abrazaba emotivamente a quien recitaba el verso y saludaba con igual espíritu al autor del poema, entre aplausos burlonamente frenéticos de los asistentes, que carecían de toda emoción.

La semana de Mayo introdujo una pausa en los estudios, pero no en las aventuras subsiguientes a la salida de clases.

Las excursiones por Charcas, Paraguay, Córdoba, Viamonte y las calles transversales desde Callao hasta Boulogne Sur Mer, contaban con la presencia ruidosa y entusiasta de todos.

Marchas, carreras, desfiles, sucedían sin cesar.

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