La barra de los tres golpes

No había propósito de molestar a nadie ni bromear fuera del círculo íntimo; pero había ocurrencias que hacían reír de buenas ganas. En un conventillo de Córdoba, entre Ayacucho y Junín, pegaron un cartelito que decía: "Se alquila un water closset". Y en otra oportunidad, este letrerito: "Se alquila cama con chinches y todo".

Una noche, en correcta formación y fila india, un grupo de veinte tomó por Paraguay marcando el paso entre los rieles del tranvía Lacroze. La marcha, dirigida por Vázquez, llegaba a la perfección, y luego de tres pasos suaves se daba el cuarto con el taco, con alma y vida sobre el pavimento. Pronto llegó un tranvía. El conductor, viendo que nadie se apartaba de su camino tal vez más convencido de hallarse en presencia de un conjunto de locos con permiso de salida que un núcleo de gente en su sano juicio, tocaba insistentemente la campanilla. Tuvo como única respuesta la misma marcha marcial, con el cuarto paso marcado cada vez con mayor fuerza; pero al llegar a la esquina, la intervención de un vigilante rompió las filas; se le explicó que la alegría provenía de un difícil examen aprobado y el agente, bondadoso como muchos de sus colegas, aunque sin creer las razones alegadas, un poco tolerando, los dejó pasar.


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