La barra de los tres golpes

Las discusiones sobre política subían prestamente de tono. Los blancos tenían ardientes defensores en Aulés, de la Peña, Vázquez y Wainer.

Los reformistas agitaban como bandera las ventajas introducidas por su partido: voto libre para todos los alumnos, socios o no; inclusión de la minoría en la junta directiva del Centro; guerra al fraude electoral y a la compra de votos mediante el pago de las cuotas atrasadas.

 

La asamblea general ordinaria de aquel año llegó al límite del escándalo. Se apagaron las luces, tiraron bombitas de mal olor y una gritería intensa y hostil impidió hablar a los oradores de ambas agrupaciones.

Milagrosamente pudo ponerse a votación una moción de los reformistas, que ganó por pocos votos; pero se produjo enseguida una batahola tal, que se suspendió la asamblea.

Las elecciones posteriores dieron el triunfo por escaso margen a los blancos, cuyos candidatos, Daneri y Arieu, enfrentaban al binomio Mathieu-González.

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