Mi sobrina, Josephine Carnegie, habÃa venido a Nueva York para trabajar como secretaria mÃa. TenÃa 19 años, se habÃa recibido tres años antes en la escuela secundaria, y su experiencia de trabajo era apenas superior a cero. Hoy es una de las más perfectas secretarias del mundo; pero en los comienzos era... bueno, susceptible de mejorar. Un dÃa en que empecé a criticarla, reflexioné: "Un minuto, Dale Carnegie; espera un minuto. Eres dos veces mayor que Josephine. Has tenido diez mil veces más experiencia que ella en estas cosas. ¿Cómo puedes esperar que ella tenga tus puntos de vista, tu juicio, tu iniciativa, aunque sean mediocres? Y, otro minuto, Dale; ¿qué hacÃas tú a los 19 años? ¿No recuerdas los errores de borrico, los disparates de tonto que hacÃas? ¿No recuerdas cuando hiciste esto... y aquello...?"
Después de pensar un momento, honesta e imparcialmente llegué a la conclusión de que el comportamiento de Josephine a los diecinueve años era mejor que el mÃo a la misma edad, y lamento confesar que con ello no hacÃa un gran elogio a Josephine.