El Alma del Guerrero

Sí. Lo había hecho. ¿Y qué fue lo que hizo? Un alma de guerrero había pagado con creces la deuda que contrajo con otra alma de guerrero, liberándola de un destino peor que la muerte: la pérdida de toda fe y todo valor. Podéis entenderlo de ese modo. Yo no estoy muy seguro. Y quizá tampoco lo estuviera el pobre Tomassov. Pero fui el primero que se acercó a ese horrible grupo oscuro en medio de la nieve: el francés, rígido y tendido boca arriba; Tomassov, con una rodilla en tierra, más cerca de los pies que de la cabeza del francés. Se había quitado el gorro y su cabello brillaba como el oro entre los copos de la ligera nevada que había empezado a caer.

Estaba agachado sobre el muerto en actitud tiernamente contemplativa. Y su rostro joven e ingenuo, con los párpados entrecerrados, no expresaba pesar, severidad ni horror, sino que se había fijado en el reposo de una profunda, por perpetua y perpetuamente silenciosa, meditación.

FIN


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