El último de los Mohicanos

Cuando hubo concluido esta necesaria y gratificante actividad, cada uno de los hombres del bosque se puso en pie y admiró por última vez el solitario y silencioso lugar del manantial[20], alrededor del cual se congregarían, cincuenta años más tarde, la flor y nata de una nueva sociedad, con el objeto de disfrutar de las saludables aguas que brotaban tanto de ésta como de las fuentes vecinas. Tras esto, Ojo de halcón indicó que había llegado el momento de partir. Las hermanas volvieron a sus sillas de montar, Duncan y David echaron mano de sus carabinas y todos siguieron a su guía; el explorador les abría el paso al frente, mientras que los mohicanos vigilaban la retaguardia. El grupo se desplazó con rapidez por el estrecho camino que llevaba al norte, dejando atrás el lugar de las aguas medicinales, las cuales brotaban para luego unirse a las del riachuelo cercano. No muy lejos de allí, yacían sobre el montículo los cadáveres de los enemigos, sin habérseles aplicado los correspondientes ritos de sepultura; un hecho que no inquietaba a los guerreros de los bosques por la frecuencia con la que acontecía.





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