El último de los Mohicanos

Al tiempo que las hermanas se esforzaban por ver, a través de los árboles, la luz anaranjada que se iba formando alrededor del sol, cuyos rayos únicamente les llegaban en forma de ráfagas fugaces, así como el color amarillento que teñía una masa nubosa que se había situado justo por encima de las colinas occidentales, Ojo de halcón se volvió repentinamente y señaló hacia tales bellezas, diciendo:

—Ahí está la señal que la naturaleza le da al hombre para que vaya en busca de sustento y descanso —afirmó—. ¡Cuánto mejor sería que entendiera los signos naturales y aprendiera de las aves que surcan los aires y las bestias que campean por la tierra! Nuestra noche, no obstante, terminará pronto, pues hemos de levantamos y ponernos en marcha con la luna en alto. Recuerdo haber luchado contra los maquas en este territorio durante la primera guerra en la que hice correr sangre humana; tuvimos que improvisar una fortificación para conservar nuestras cabelleras de las manos de esas aves de rapiña. Si no me falla la memoria, el lugar exacto se encuentra a unos cuantos metros por nuestra izquierda.




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