Oliver Twist

Allí estaba en efecto Oliver, dormido profundamente sobre un mísero jergón tendido sobre el duro suelo. La ansiedad, la tristeza y lo duro de su cautiverio habían comunicado a su rostro la palidez de la muerte, pero no tal como se ofrece a nuestras miradas envuelta en un sudario o encerrada en un ataúd, sino tal como la vemos en el instante en que la vida se extingue, en el momento en que un alma pura abandona para siempre la envoltura material y sube volando al Cielo, huyendo del aire infecto y corrompido del mundo antes que éste pueda contaminarla.

—¡No! ¡Ahora no! —dijo el judío, alejándose sin hacer ruido—. ¡Mañana!.. ¡Mañana!









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